viernes 09 de julio de 2010
En primer término, María Antonia Gimón. Detrás, Santiago Rodríguez, José Manuel López Vega y José Martínez Olmos. : : JAVIER COTERA
Los últimos avances en el análisis de la enfermedad buscan suavizar los efectos secundarios tras la asistencia médica
JOSÉ CARLOS ROJO
No hay dos casos iguales, cada paciente es una historia. Los estudios dirigidos a hallar la cura para uno de los cánceres más presentes entre la población femenina, el de mama, no buscan ya tanto incrementar el número posible de tratamientos como la buena aplicación de los existentes. No hace mucho que las referencias a esta afección se medían en relación al triste número de fallecimientos. Hoy ya no es así. El 80% de los casos tiene cura, pero, ¿qué hay de la calidad de vida tras los tratamientos?
«Hace diez años que superé la enfermedad y aquí estoy, puedo contarlo. Pero cada vez más, y no sólo tiene que ver con la edad, noto los efectos secundarios que los tratamientos agresivos dejaron en mi cuerpo. Y no me refiero sólo a los más comunes, el deterioro óseo, etc. También hablo de las consecuencias en el sistema cognitivo». La experiencia de María Antonia Gimón, presidenta de la Federación Española de Cáncer de Mama (Fecma), llama a prestar atención a un nivel nuevo en la escala del tratamiento del cáncer. «Antes nos preguntábamos cómo podíamos curarnos; ahora que lo hemos conseguido, importa hablar de cómo podemos hacerlo con el menor impacto».
La medicina responde a la demanda y presta atención a los tratamientos individualizados. «Porque hay que pensar que cada proceso es diferente, cada cáncer tiene sus particularidades y cada paciente también. Quizá se han generalizado tratamientos agresivos para enfermos que realmente los requerían y para otros que no», apuntó José Manuel López Vega durante la presentación pública del encuentro 'El impacto de género en la salud. Información y estrategias de comunicación. Médicos, pacientes y sociedad civil', en el que también participaron María Gimón y José Martínez Olmos, secretario general de Sanidad del Ministerio de Sanidad. En este marco, Gimón reclamó una cartera de servicios «que sea igual» en todas las comunidades autónomas, y también pidió a los medios de comunicación que recuerden que «detrás de cada noticia hay una persona que busca una solución a su problema».
Equívocos
Aunque no todo el poder en la lucha contra el cáncer está en los médicos. «Muchas veces escuchamos a la opinión pública quejarse de que los doctores no nos ocupamos de la prevención y es rotundamente incierto», recalcó López Vega para remarcar la importancia de todas las investigaciones que están encontrando cada vez más ligazones entre ciertos hábitos de vida y el posible desarrollo del cáncer. «No sabemos cuál es la causa de la aparición de la enfermedad», advirtió pese a que hay indicadores que ya parecen haber demostrado su impacto negativo «como el tabaco, claro», añadió Gimón.
Quizá la falta de información es uno de los problemas que enfrente a pacientes y médicos. «No existe en la carrera universitaria una asignatura que hable específicamente del modo en el que tiene que fluir la comunicación con el enfermo. Todos los profesionales médicos adquirimos ese aprendizaje en el hospital», matizó López Vega para reseñar que siempre habría de cuidarse la veracidad del mensaje, «que además, y en todo caso, debería estar guiado por la esperanza».
Lopez Vega añadió que los conocimientos en esta materia están cambiando casi cada cinco años, por lo que ha abogado por la formación continua de los médicos. Ttodo lo aprendido en la carrera «está condenado a la obsolescencia» y, además, resulta «iluso» pensar que en los seis años que dura el período universitario se va a aprender todo lo necesario para el «devenir profesional».
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